No podríamos haber alcanzado los niveles sociales a los que hemos llegado sin lenguaje, y ni siquiera sabemos en que momento aparece, aunque lo usamos de forma constante, lo necesitamos.
A veces ni sabemos lo que decimos, o lo aprovechamos para expresar lo contrario a lo que pensamos, incluso para engañar al que nos escucha.
Me quedo con la naturalidad de los infantiles balbuceos, ajenos a la malicia de los adultos están llenos de frescura.
Aitor, gracias por este enlace tan tierno
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